Otro magnífico día totalmente despejado. Salimos de Karakol con destino las montañas para acabar el día en nuestro destino el Yurt Camp o Campamento de Yurtas en castellano ( vivienda tradicional de los habitantes nómadas), lo cual será para nosotros una experiencia única.
La idea es llegar a una mina de oro que explotan unos canadienses a 4000 metros y que tiene cerca un pequeño lago que Nurti nos dice que es interesante. Nos adentramos por un cañón muy parecido a los anteriores que hemos visto. Un río serpentea por su interior y a las orillas abetos, algunos de gran tamaño. Pasamos el control de seguridad y vemos como la carretera gana altura rápidamente y como varios camiones de gran tamaño suben pesadamente la montaña. Hay excavadoras y camiones de mantenimiento para allanar la carretera de tierra que estos monstruos destrozan a su paso.
Tras un buen tramo en caravana llegamos a la parte más alta de la montaña, estamos a 3960 metros y ya vemos el lago, está helado aunque no sabemos el grosor de la capa así que no nos aventuramos a pisarlo. Hace un frío impresionante, no corre ni gota de aire, menos mal. Me animo a sacar el dron y grabar el lago helado y las montañas cercanas. A los diez minutos me duelen las manos, no puedo usar guantes ya que también lo debo manejar con el móvil, así que decido que ya es bastante y recojo todo. Ahora un amaiketako, unas galletas de chocolate y un par de cafés, nos hacen entrar en calor, tenemos unas sillitas para niños de preescolar, hornillo, tetera y todo lo necesario para reponer fuerzas. Unai se encarga de las provisiones y no falta de nada, galletas, frutos secos, dátiles, zumos, té frío, de todo, no nos podemos quejar de la intendencia.
Se nos hace tarde y tenemos un largo camino aún, nos queda ver otro cañón, y hemos quedado con un profesional de la caza con águilas para que nos enseñe como funciona.
Regresamos a la carretera principal que bordea el lago y cerca de Bokonaev tomamos un desvío hacia las montañas. El paisaje es totalmente diferente, mucho más árido, y de tierra muy roja. Llegamos al parking y hay un montón de gente, es una boda. Después del convite parece ser que es típico ir a algún lugar conocido de la zona a sacarse fotos. Están todos un poco animados, así que subimos la colina discretamente para sacer unas fotos de las vistas y de regreso a la furgo. Parece mentira que la novia con el vestido totalmente blanco y tacones sea capaz de subir hasta este lugar, pero como ya he dicho anteriormente son personas duras los Kirguiz.
Nos vamos a presenciar la caza con águila, Nurti conoce a una campeona, el águila de su amigo ha ganado dos veces en los Juegos de Kyrgiztan y ha quedado cuarta en los mundiales de este año. Nos citan en un descampado, es curioso ver llegar al águila y su dueño en taxi.
Tras unas pocas fotos, nos hacen la demostración, no es muy agradable, sacan un conejo del maletero, lo sueltan el descampado y el águila desde el alto de la colina se lanza a por él. La primera vez el conejo la esquiva y viene directamente hacia nuestros pies seguramente creyéndose más protegido, vana ilusión, en la segunda acometida lo atrapa clavándole las uñas e inmediatamente le empieza a pelar para comerselo, nos sorprende que no se lo quiten rápidamente. En realidad el premio es el conejo.
El dueño le da una pata para que se entretenga y finalmente le quita el conejo que vuelve directamente al maletero del coche, ya tienen la cena. No entienden que nos parezca un poco desagradable y que nos sintamos un poco mal por haber pedido el espectáculo a costa de la vida del conejo, pero así es y ya es tarde.
Bueno, ya nos vamos a ver nuestro alojamiento, el campamento de Yurts. Nos cuesta un poco encontrarlo pero finalmente aparece, ya enseguida se hará de noche, así que tenemos prisa por acomodarnos.
La verdad es que está montado perfectamente, la nuestra, que es de las grandes, ya que seremos tres a compartir, tiene estufa de lecha y sauna incorporada, ya es tarde para que nos la enciendan, una pena. La temperatura cae en picado y en cuanto se mete el sol necesitas ponerte todo lo que tienen encima para conservar un poco de calor.
La Yurt restaurante está bastante bien, es espaciosa y tiene una estufa en el centro, lo malo… que hay que sentarse en el suelo. Cada vez me cuesta más cenar así pero hay que adaptarse.
Hablando de adaptarse, la única pega que se le puede sacar al campamento son los baños. Son básicamente un boquete en el suelo con una tela de fieltro alrededor, más para que no te vean que para protegerte de nada, ya que no llega hasta el techo, las tablas donde te apoyas son inestables y muy escasas. Solamente donde apoyar los pies y donde esta es inefable agujero. No es recomendable mirar hacia abajo.
Me he dado cuenta que el tener un tránsito intestinal regular, está sobrevalorado. A veces un buen estreñimiento ayuda a sobrellevar la vida del nómada.
Mañana tenemos un día largo de coche, hemos decidido probar suerte e ir a Tas Rabat, un caravanserai que está a seis horas de coche y bastante altitud, pero nos han asegurado que no hay mucha nieve y podremos llegar. Ya veremos.