Como no, de nuevo nos toca madrugar un poco, son cinco horas hasta el lago y cinco de regreso. Está planificada una parada para visitar un monasterio por el camino, pero decidimos dejarlo para el regreso por si nos da tiempo.
La carretera discurre por un valle precioso, muy verde, cuando de repente se dirige hacia las montañas cercanas y va tomando altura. Como no podía ser de otra manera, SORPRESA, un convoy de camiones militares que se dirigen a la frontera con bidones de gasolina y provisiones. Pero solo es una sorpresa para nosotros, todos los días entre 45 y 50 camiones hacen este recorrido por la mañana. La carretera es muy estrecha y el precipicio profundo, la única ventaja es que todos perdemos el habla y en el coche no se oye una mosca. Ni siquiera llevamos música que no hay que distraer al conductor. Consejo, hay que salir o muy temprano o tarde, y nunca digas a un conductor servicial, «porqué no salimos media hora más tarde?», porque casi seguro te arrepientes.
Después de un par de horas llegamos a Chalg La, un paso a 5300 metros aproximadamente, el punto más alto que visitaremos hoy y muy posible en nuestra vida. Hace frío, hay un puesto de la Cruz Roja y un restaurante básico que nos facilita unos Chai, que nos calientan el cuerpo y nos asientan el estomago bastante. No nos encontramos mal, llevamos botellas de oxigeno por si alguien lo necesita, pero no las estrenamos.
Después de un tentempié empezamos el descenso, también un poco tenso, por caminos sin asfaltar a menudo y sin quitamiedos, pero sólo no tener que estar adelantando camiones es un descanso.
Las montañas se van quedando peladas, pero por los valles discurren riachuelos haciendo que a su alrededor todo sea verde.
Vemos nuestros primeros yaks del día y ya se nos olvida todo, es magnífico! el cielo es azul intenso, y contrasta con la aridez de las montañas y los valles.
Marmotas, rebaños de cabras y ovejas,… todo nos sorprende.
No puedo dejar de sacar fotos. Cruzamos alguna población que en su mayoría esta habitada por militares, y de repente el lago. Más azul que el cielo. Sorprende su tamaño, pero su color es tan intenso que no podemos dejar de mirarlo. Un poco más adelante está el puesto de la cruz roja y varias zonas de tiendas de campaña para alojarse. Pasar la noche en este lugar debe ser increíble, las estrellas deben brillar como en ninguna parte.
Es una pena pero no podemos quedarnos. Tras unas fotos y una rato de paseo por su orilla debemos regresar, desandar todo el camino para llegar a visitar el templo budista que nos han prometido merece la pena.
Me he quedado impresionado con la belleza de las montañas y el lago. No recuerdo que un lugar me haya impresionado tanto. La simplicidad y a la vez la armonía de los colores me ha dejado atónito. Diez horas de coche en el día han merecido la pena. Creo que Ladakh ya me ha conquistado.