Cuatro de la mañana y ya estamos levantados. ¿Porqué hay madrugar tanto en este país para hacer cualquier cosa?. Bueno hoy no vamos a hacer cualquier cosa. Nos vamos a Leh, la capital de Ladakh, a 3500 metros de altitud y tenemos el vuelo temprano. Siempre hay que tener en cuenta tres horas antes para facturar y una hora para llegar al aeropuerto desde el centro. así que…
El vuelo con Go air ha sido magnífico, cuando nos disponíamos a aterrizar la belleza de las montañas y sobre todo la cercanía de éstas al avión nos ha sobrecogido un poco, pero el aterrizaje a sido muy bueno. Al llegar nos ha extrañado que nadie se levantara de sus asientos, algo muy habitual en los vuelos para intentar salir de los primeros. Había muy pocos turistas y todos han permanecido sentados. Tenía truco, con el fin de acostumbrarse a la diferencia de presión de Leh, las puertas no se abren hasta varios minutos después de aterrizar. Solo queda relajarse y respirar tranquilamente, quizás se nota un poco de barco cuando sales del avión pero nada preocupante.
Nos están esperando en varios vehículos que serán nuestros medios para movernos por las montañas los próximos días. Hoy tenemos poco que hacer, solo conocer la ciudad, tomar una cerveza y poco más, hay que intentar no fatigarse mucho y que el cuerpo se acostumbre a la altitud.
Al llegar al hotel The Palace nos reciben con un te de almendras. Está bastante bien, limpio, sin grandes pretensiones pero con un jardín muy bien cuidado donde tomar algo. El personal es muy servicial y atento y te sientes como en casa a los pocos minutos de llegar.
Salimos de paseo y nos sorprende la ciudad, muy limpia y ordenada, con una calle peatonal repleta de comercios, cafeterias, un par de pastelerías alemanas y ningún sitio que vendan alcohol. No nos lo podemos creer.
Una cerveza siempre levanta el animo cuando estás cansado. Nos separamos y tras varias preguntas aquí y allá, junto a un local que vende chutes de oxigeno con una mascarilla, encontramos un restaurante aceptable con cerveza. Un poco de pollo al estilo afgano y una par de kingfisher nos devuelven a la vida para otra vuelta más por el pueblo.
Vemos el mercado de frutas, alguna tienda donde compramos algún souvenir tibetano, unos frutos secos, almendras normales y almendras de albaricoque, té, kiwis y guindas deshidratadas, una tarde magnífica, con un tiempo espectacular y nadie mostrando síntomas de mal de altura.
Todo perfecto. Solo la batalla sonora entre una pequeña pero guerrera mezquita y un templo budista perturba la tarde-noche con la llamada a la oración del atardecer.
Mañana madrugamos de nuevo para ir a conocer el lago Pangong, en la frontera china. Dicen que es espectacular y no nos lo queremos perder. Superaremos el paso Chang La de mas de 5300 metros y las carreteras deben ser un poco movidas, pero el animo está alto. Chang La esperamos que vamos!