Nuestro destino es dejar las montañas de Ladakh para ir a Srinagar, una población cerca de la frontera con Pakistan, con mayoría de población Musulmán, que hace años era una zona de esparcimiento de los Británicos debido a las agradables temperaturas su magnífico lago.
La carretera se las trae, hay que pasar el famoso paso Zoji y no es cosa baladí. Pero primero disfrutar del nuestro camino que comienza en Lamayuru, en este primer tramo nos espera un pequeño puerto, monasterios, y como hasta ahora un paisaje bastante árido.
Después de varios templos, seguimos carretera, control del ejercito de cambio de provincia, seguimos, otro control. Parece que esto se va tensando, encontramos militares por doquier, apostados con sus armas en las laderas vemos cientos de soldados. Hay muchos cuarteles, vemos regimientos de montaña, aviación, de carros de combate, que sé yo. De todo tipo y colores, se nota que se toman muy en serio la frontera con Pakistan. Poco a poco la fisonomía va cambiando, su vestimenta también, ya no hay colores, todo es más triste y serio, hasta los puestos de comida de los pueblos han cambiado. Casi no vemos mujeres por las calles. La alegría de Ladakh ha desaparecido de repente, se ve en la mirada de los hombres un punto de abatimiento, de sentirse derrotado, humillados, es difícil de explicar, pero incomoda.
El paisaje va cambiando poco a poco haciéndose más verde, encontramos cascadas, pueblos nómadas viviendo en tiendas de campaña, y otros grupos junto a la carretera que suponemos son trabajadores de las obras que se están realizando por toda la zona, instalando torres eléctricas y parece ser que mejorando el pavimento, aunque eso sólo es en teoría, de momento no se aprecia nada. Hay que tener en cuenta que esta carretera permanece cerrada durante seis meses al año y por tanto el deterioro es enorme y el tiempo de reparación escaso. Vemos aún placas de hielo que parecen puentes de cemento encima de los ríos. Es increíble que puedan vivir a esta altitud y con esta climatología pueblos nómadas, pero así es y la precariedad que sufren encoge el corazón.
Durante el recorrido vemos que se va poniendo empinado y que la carretera se estrecha, de todas maneras el trafico es abundante pero la pericia de los conductores hace que sea fluido. No obstante y aun teniendo una gran confianza en ellos, el miedo se va apoderando de nosotros, un par de paradas junto al precipicio de muchos cientos de metros dejando la rueda trasera al aire no ayudan a dar confianza a nuestras mentes ya predispuestas a pensar que están todos un poco locos. Son veinte kilómetros infernales, de sobresalto en sobresalto, con un conductor que no sabe como decirnos que estemos tranquilos, que no pasa nada, que pasa nuestra furgoneta y un camión por un estrecho paso medio derrumbado, lleno de charcos y baches inmensos sin problema. Y efectivamente pasa y estamos aquí para contarlo, pero aún no sé como distribuir la responsabilidad de cursar el paso sin percances, está muy dividido el conductor y su pericia, la suerte, los rezos de algunos del grupo y en gran medida los hados divinos….
Seguimos carretera y ya todo parece fácil, después de lo pasado es una autopista, ya no tenemos miedo y los nervios se nos pasan poco a poco. Comemos y hacia Srinagar, llegamos por la tarde y poco podemos hacer, un pequeño paseo por la zona de hotel, pocas tiendas, casi todas cerradas y casi nadie por la calle. Seguimos con esa sensación e pesadez en el corazón, algo difícil de expresar, echamos de menos las sonrisas y la gente por la calle riendo. Espero que mañana sea diferente y sea un espejismo.