Hoy tempranito después de un buen sueño que nos merecíamos, nos hemos dirigido al Parque Nacional de Ala Archa, cerca de Bishkek, está a no más de 40 minutos.
Estrenábamos nuestra flamante furgoneta y aunque había poquísimo tráfico le hemos pedido a nuestro guía, Nurtilek, que condujera él hasta que tengamos un poco de confianza. Recto es fácil, pero… en los cruces la cosa se complica, no existen prioridades claras, o por lo menos, no para los kirghiz, todos entran a saco y ya saldrán por cualquier carril, luego poco a poco se posicionan en el deseado y a otra cosa. Nos acojona un poco estrenar la furgoneta el primer día, básicamente porque tenemos seguro a terceros o a cuartos. He firmado un contrato en perfecto ruso y sólo he entendido la pasta que tenía que pagar y el depósito de 300 dólares por si la rayamos.
Nada más salir de la capital empezamos a encontrar nieve y un poco de hielo, las carreteras están limpias y llegamos al parque rápidamente. Pagamos la correspondiente entrada de 200 som por cabeza religiosamente y llegamos a la zona de aparcamiento. No hay casi nadie, aquí ya hay bastante nieve, vemos nuestra primera yurta y a andar.
Tras un rato andando encontramos a Carola, el único ser viviente que nos ha brindado un poco de interés y cariño desde que hemos llegado, supongo que piensa que le vamos a dar algo de comida y es puro interés, pero bueno, algo es algo.
Sacamos el dron, primeras imágenes, aún no da el sol y está todo bastante sombrío pero como primera toma de contacto, fantástico.
Seguimos andando, la ruta parece que son algo más de cuatro horas pero los hados se ponen de nuestra parte, nuestro intrépido Nurti (solo le podemos llamar así sus amigos), intenta cruzar un pequeño riachuelo que parece helado y que va a resistir nuestro peso, hábilmente mando a él y Unai de enviados especiales, mientras veo a Unai cruzar con tiento, al fondo Nurti se unde en el rio. Como es un mozalbete de 19 años, va en náuticos y sin calcetines, así que con mucho dolor tomamos la decisión de volver a la furgoneta para que se cambie y de paso tomar un café en un bar que hay a la entrada para que pueda recuperar el color y la sensibilidad en sus extremidades.
Mientras regresamos nos damos cuenta que no se queja mucho y va jugando a deslizarse por las placas de hielo, mientras nosotros vamos como patos, patinando también, pero no de forma intencionada y sobre todo, no con el mismo estilo.
Café, y regreso a la capital con Unai como conductor probando la furgoneta. Para facilitarnos la cosa, se conduce por la derecha como en casa, pero como la furgoneta es japonesa, tiene el volante en el otro lado, vamos, que el conductor ve todas las lagartijas del arcén de la carretera antes que la linea central.
Vamos genial hasta la ciudad, un paseo por la plaza del Museo de Historia, vemos el cambio de guardia, El Teatro Nacional Ruso y a comer, paseíto y al hotel.
Nos damos cuenta que el hotel tiene una terraza fantástica, una tienda y un gimnasio, no podemos contenernos ante tanta máquina de pesas, de correr y hasta un muñeco de esos para pegarte con él, así que decidimos echar un ping pong. Que tiempos nos han venido a la memoria, somos incluso peores que entonces , solo yendo a buscar la pelota nos agotamos. Ya nos hemos ganado una cervecita, ducha y a cenar.
Mañana ya nos dirigimos a ver la Torre Burana y tras otro parque nacional a Issyk Kul, que nos apetece un montón.
1 Comment
Parece que estáis disfrutando campeones, yo leyéndolo mucho. Pasarlo de cine. Un abrazo